En un editorial firmado por su director de la redacción, François Sudan, con el título "Sáhara: Argelia debe salir de la negación", Jeune Afrique aborda los últimos acontecimientos en El Guerguarat a raíz de la iniciativa del Reino para restablecer la libre circulación de bienes y personas en esta zona tampón.
Según la revista, "basta mirar un mapa para comprender que la reapertura a la libre circulación de la zona tampón de El Guerguarat era vital para el reino", añadiendo que "cerca de doscientos camiones estaban bloqueados en la barrera que el polisario había establecido allí, amenazando con trombosis una arteria comercial esencial para las exportaciones y los intercambios entre Marruecos, Mauritania y África subsahariana".
Establecido a mediados de octubre, este "absceso de fijación estaba a punto de convertirse en un campamento permanente de tráficos de todo tipo" donde los separatistas "comenzaron a instalar familias saharauis, haciendo que su evacuación fuera tan compleja y mortal como la de Gdeim Izik, no lejos de Laayún, en noviembre de 2010", recordó.
Según el editorialista, al proceder de esta manera, "la dirección del Frente Polisario obedeció a su propia lógica de supervivencia", señalando que para el clan del polisario "instalarse en El Guerguarat entre los puestos fronterizos marroquí y mauritano implicaba a la vez generar una fuente de ingresos y crear una distracción 'patriótica' susceptible de volver a movilizar a una población agotada".
Pero, prosigue el autor, "tras constatar la incapacidad de la misión de las Naciones Unidas para gestionar este problema (las incursiones del polisario en la zona son recurrentes desde hace seis años), el Rey Mohammed VI ha tomado una decision definitiva".
El mismo añadió que " aprovechando una oportunidad diplomática y con el apoyo de la mayoría de los países de la Liga Árabe, la operación de limpieza de El Guerguarat se llevó a cabo sin ninguna pérdida humana por ambas partes, y ninguno, salvo Argelia, la condenó realmente".
Para la revista, acusar a Marruecos de haber roto el alto el fuego, cuando este último "ya era de facto violado" por el polisario "desde su implantación ilegal equivale, por lo tanto, a confundir al bombero con el pirómano".
Recordando que los separatistas declararon el 13 de noviembre «el estado de guerra» y «la reanudación de las hostilidades» tras la intervención marroquí en El Guerguarat, la revista destaca que "aunque anuncian movilizar «miles de voluntarios» para un asalto calificado de «fulminante», todo el mundo sabe que los separatistas, "dotados de un armamento que sólo ha variado muy poco desde los años 80 y totalmente dependientes para su renovación de su protector argelino, se reducen a las tácticas mínimas de pega y corre".
Se trata, según el autor, de un "conflicto de otra época, sacado del congelador de la guerra fría y resultante de las secuelas de la descolonización", pero, "hasta que no se levante la ficción de un polisario autónomo y Argelia no haya reconocido su papel de parte en el conflicto, no será posible una solución definitiva. Argelia, o más exactamente, los que la dirigen, así como una parte de su clase mediático-política. La gran mayoría de los argelinos, por su parte, no se ocupan de este asunto tan desesperadamente obsoleto", concluye.