En una reciente aparición mediática de una rara violencia, el ministro de Justicia belga había acusado al Reino de dedicarse a "actividades de espionaje", en particular en la Gran Mezquita de Bruselas, y había hablado de "los tentáculos de Marruecos" en la gestión del culto islámico en Bélgica.
"Me sorprendió observar una serie de declaraciones de una rara agresividad hacia un país tan comprometido con Bélgica y Europa en proyectos altamente estratégicos", dijo Ameur, señalando que "no se puede buscar la cooperación de Marruecos en cuestiones sensibles y abogar por una mayor complicidad en su gestión y, al mismo tiempo, desacreditarlo en el espacio público acusándolo injustamente de espionaje e injerencia".
El embajador precisó que "la gestión religiosa es un asunto que incumbe a los musulmanes de Bélgica y que Marruecos nunca ha mostrado ninguna ambición de inmiscuirse en ella porque no le concierne y no tiene ningún interés en hacerlo".
En cuanto a la Gran Mezquita de Bruselas, el embajador precisó que si bien para Bélgica "es de gran interés por razones comprensibles, para Marruecos es un lugar de culto como cualquier otro", señalando que "sólo en Bruselas hay decenas de mezquitas construidas, gestionadas, financiadas y pobladas principalmente por fieles de origen marroquí".
"No entiendo por qué Marruecos haría de este lugar de culto ordinario un punto de fijación", recalcó, señalando que "para aquellos que ven la mano de Marruecos en todas partes, todas las mezquitas llamadas de obediencia marroquí, de las que hay cientos en Bélgica, son financiadas y gestionadas enteramente por los fieles. Marruecos no paga ni un solo euro por los edificios ni por los imanes".
Ameur precisó en este sentido que lo que se apunta en "estos ataques sin sentido" es más "la presencia de los marroquíes y especialmente los vínculos con sus fuentes espirituales".
"La comunidad marroquí, como todas las comunidades religiosas en Bélgica, tiene derecho a preservar los vínculos con sus fuentes espirituales, como los cristianos católicos, los judíos, los protestantes, los anglicanos, etc.", explicó el embajador, preguntándose por qué se cuestiona a los marroquíes lo que es logrado y sacralizado por los otros.
Indicó que "los marroquíes musulmanes que viven en Marruecos, así como los que viven en el extranjero, son los herederos del Islam de la Ilustración de Al Ándalus del que fueron promotores: un Islam que escucha el contexto cultural y social y es compatible con los valores de la sociedad moderna", señalando que los belgas que visitan Marruecos en gran número conocen y aprecian esta realidad cultural.
Ameur subrayó en este contexto que "la presencia de ciertos pequeños grupos que abogan por un islamismo desviado y peligroso no debe conducir al descrédito de la gran mayoría de los musulmanes que sólo buscan vivir en paz con su entorno y sus fuentes espirituales".
Las cuestiones relacionadas con el Islam y la integración, afirmó, "son de gran sensibilidad y extrema complejidad. Debemos evitar que sean objeto de polémica que resurge de vez en cuando a través de algunos medios de comunicación".
"Se trata de temas serios que merecen un tratamiento adecuado y un debate tranquilo y sereno, en el respeto mutuo y la cooperación fructífera", añadió.
El embajador también afirmó que "si hay una presión que sufre la comunidad marroquí permanentemente y que está causando estragos entre las generaciones más jóvenes, es el discurso exclusivo que desafía el derecho de las personas a reivindicar su doble pertenencia: su orgullo de ser belga y su profundo apego a sus raíces marroquíes".
La presión, añadió Ameur, "es también este discurso recurrente sobre el fracaso de la integración, mientras que el proceso de enraizamiento que ha funcionado durante generaciones hace de Bélgica un modelo de integración exitosa. Lo testimonia el lugar notable que ocupan los belgas-marroquíes en todos los ámbitos de la vida en Bélgica".
Es además esta realidad humana, cultural y sociológica ineludible, explicó, la que ha llevado a Marruecos a iniciar un nuevo enfoque hacia las comunidades establecidas en el extranjero y que consiste en "acompañar el arraigo sin desarraigo".
El apego a las fuentes culturales y espirituales, estimó Ameur, es un factor de estabilidad e integración.
Añadió que hoy en día hay dos enfoques para con las comunidades de origen extranjero: un enfoque exclusivo y conflictivo que confunde la integración y la asimilación y que trata de poner de relieve todo lo que divide y que cultiva la tensión y alimenta la desconfianza y la sospecha. Es un enfoque dominado por la obsesión de la instrumentalización y la conspiración.
El otro enfoque, prosiguió el embajador, es más realista y no considera a los individuos como objetos que pueden ser manipulados y controlados a distancia, sino como un auténtico patrimonio compartido que sirve a los intereses de ambos países, una oportunidad para consolidar los lazos entre los dos reinos y construir una asociación excepcional.
La historia de las relaciones entre los dos países, sus vínculos culturales y humanos y los numerosos desafíos que enfrentan, son todos elementos que nos permiten mirar al futuro con mayor serenidad y confianza, concluyó.