Para un país que siempre dijo ser neutral con respecto a esta cuestión -es decir, que declara no tener ningún interés propio directo- y que no defiende más que una posición de principio sobre la autodeterminación de los pueblos, la reacción enfermiza (del poder argelino) es, efectivamente, susceptible de confundir sobre todo a los que creían en esta impostura, afirma el editorial de BAB firmado por Khalil Hachimi Idrissi, director general de la Agencia Marroquí de Noticias (MAP).
Los viejos generales de Argel, educados en la escuela de propaganda de la Alemania del Este antes de la caída del Muro de Berlín, lanzaron contra Marruecos una campaña de mentiras descarada que casi todos los medios de comunicación de este país, "sin ninguna contención deontológica o duda ética, han retomado en un coro lamentable en el que su honor y su dignidad profesional han sido ampliamente descreditados", destaca la revista BAB.
Éstos quieren anular la decisión soberana de Estados Unidos sobre la soberanía marroquí en su Sáhara por vociferaciones infantiles y fumisterías pueriles como si un Estado como Estados Unidos se dejará influir por los eructos de generales achacosos de un país que ellos mismos condujeron a la quiebra, se pregunta el editorialista.
"¿Qué peso tiene entonces Argel, hoy en día, en el concierto de las naciones, para que piense, mediante la propaganda, influir en una decisión soberana de Washington?", se pregunta Hachimi Idrissi, resaltando que el poder argelino, "cuyo reloj se detuvo en los años 70, no puede, naturalmente, sostener los desafíos y los retos actuales".
Son las relaciones de fuerza, las consideraciones geopolíticas, los tratos estratégicos y los intereses nacionales que priman, no los molinos con espadas de madera blandidas por brazos débiles subarrendados, sostiene el editorial de la revista mensual de la MAP, estimando que "otros países de peso seguirán la decisión estadounidense y la fantasía prusiana de Houari Boumediène de crear un sexto Estado, a medida, en el Magreb será definitivamente enterrada por la comunidad internacional bajo la égida de la ONU".
Sólo por la presencia en el poder de los "viejos generales ilegítimos, despojadores de la independencia del país y de sus recursos, rechazados masivamente por la población, la voz de Argelia ya no es audible ni creíble", añade el editorialista de BAB.
"La única autodeterminación que vale hoy es la del pueblo argelino, que aspira a un retorno al Estado civil, a la instauración de una verdadera democracia, a una mejor explotación de sus riquezas contra la depredación, a una economía libre, transparente y competitiva, a una auténtica política de integración regional que abra por fin perspectivas de prosperidad colectiva y a una liberación de las energías creativas de la juventud", subraya Hachimi Idrissi.
En cambio, el baile de sillas de ruedas con presidentes ficticios al frente de un poder crepuscular sigue haciendo de este país, de orgullo proverbial, un hazmerreír internacional. La actual huida hacia delante de este régimen de "caporales" agonizante, que piensa poder encontrar en un simulacro de guerra -por lo menos por mercenarios del polisario interpuestos- una escapatoria a su destino sellado, es su última prevaricación, concluye el editorialista.